Para situarse
Este texto se inspira en cierta forma en el “Decálogo para formar un delincuente” que el Juez de Menores de Granada, el
Sr. D. Emilio Calatayud, suele difundir de la magistral forma que acostumbra en actos públicos. Resume Don Emilio en diez puntos aquellas actitudes o actuaciones con las que los padres (léase en lo sucesivo padres/madres) contribuyen a que sus hijos (de nuevo, hijos/hijas) acaben estando en plena disposición para comportarse al margen de la Ley. Citarlo como referente me va a permitir usar un estilo desenfadado, irónico y mordaz.
Llevo desde finales de 2003 trabajando en los aspectos relacionados con la seguridad de los menores en Internet y, aunque son muchos los factores que intervienen, no hay que olvidar la responsabilidad, por acción u omisión, de los padres, máxime cuando los equipos están hoy día en casi todos los hogares. Y no, en general, no lo estamos haciendo nada bien los adultos. Es “un mundillo” difícil de comprender, sí, y todavía más complejo de seguir por la rápida evolución de Internet y, con ella, de los comportamientos y actividades de los menores (o quizás la implicación debe citarse al revés, donde la Red evoluciona según demanda). Sin embargo, ahí están nuestros hijos, beneficiándose de las enormes posibilidades de Internet (recordamos muchos la televisión en blanco y negro, con “la uno”, “la UHF” y la carta de ajuste) pero también creciendo en un entorno donde otros, o incluso ellos mismos, son una amenaza para su desarrollo saludable. Tener un problema en la Red es un hecho desafortunado y, en ocasiones, grave. Prevenir en gran medida esos sucesos está en buena parte al alcance de los adultos, incluso de los que pueden considerarse analfabetos digitales, porque no se requiere conocimiento técnico sino unas directrices y voluntad, acompañadas de algo de dedicación.
No obstante, si algún padre desea convertir a su hijo en un ciberdesgraciado esto es, sujeto objeto de aconteceres desgraciados en la Red puede, o bien lavarse las manos (que no es mal método, pero no es del todo infalible) o bien poner todo de su parte. Para esto último, ahí tiene este decálogo. En caso de que aplicando esas pautas no se consiga tener un hijo con, al menos, un problema relacionado con Internet, sugiero se aproveche esa buena ventura para adquirir lotería.
Los consejos uno a uno
- Comience por comprarle un ordenador, que para eso es usted un padre guay y enrollado. Que sea del niño, para él solito. De esta manera nos aseguramos que cualquier directriz familiar al respecto del uso del mismo se tope de entrada con un obstáculo adicional: “es mío”, dirá el menor.
Están también los padres rácanos, que prefieren decir que el equipo es un electrodoméstico más, como el frigorífico, de uso compartido por los miembros de la familia y que, faltaría más, gestionan los padres porque es parte de “su casa”. ¡Qué falta de consideración!
- La privacidad e intimidad del menor son derechos inalienables. Por eso, y porque molesta menos, coloque el equipo en un lugar apartado y reservado, si es posible en la habitación del menor. De esta forma su hijo podrá disfrutar con plenitud de la Red, sin cortapisas. Si además el ordenador es portátil, ocupa menos y puede “pillar” WiFi en cualquier sitio.
Muchos adultos carentes de ética alguna consideran que se ha de supervisar la actividad del menor en la Red. Se atreven a poner en contraposición el derecho a la intimidad del menor con su deber de protección como padres. Realizan prácticas de espionaje deleznable como mirar de reojo lo que hay en la pantalla, prestar atención a reacciones o cambios de humor que se puedan dar delante del ordenador, preguntar quiénes son sus interlocutores y amistades en la Red o qué hacen cuando navegan… Se han dado casos extremos en que han llegado a controlar qué páginas visitan sus hijos, o a expiar sus conversaciones argumentando que pensaban que algo no iba bien y podía tener que ver con lo que sucedía Internet.
- Asegúrese de que tiene una cámara web. Es un elemento fundamental. Aporta muchas ventajas, por ejemplo… bueno, alguna tendrá, aunque no sirva para identificar al interlocutor con certeza porque hay programas que trucan esas imágenes. En todo caso, todos los demás niños tienen una. Su hijo ya sabe que no la debe usar con extraños ni enseñar “las vergüenzas” por medio de ella.
Siempre hay padres ultraprotectores. Les han contado que muchos problemas surgen por imágenes captadas por cámara web y que es un reclamo para los depredadores sexuales. Además, dicen que una imagen que sale un instante en la pantalla de alguien se vuelve irrecuperable para siempre, como si se pudiera grabar y distribuir de manera fácil. Se trata de personas con poca confianza en sus hijos. Es gente con hijos poco listos que se pueden dejar engañar por personas más hábiles o adultas, o bien cabezas ligeras que van a tener un calentón provocado por las hormonas propias de la edad. Por eso no quieren una cámara que dicen no aportales sino riesgo.
- Deje que utilice el ordenador tanto como quiera y en cualquier momento. El “ordenador es bueno”. El niño aprende muchas cosas y además hace muchas tareas escolares. Cuanto más mejor. Permita que el uso del ordenador marque los ritmos de comida, aunque serán diferentes y escasos, y de sueño, o mejor dicho, de vigilia. Es posible que deje de compartir los escasos momentos del día en que coinciden usted y su hijo en casa, pero bueno, ahora los chicos son así, ellos y su ordenador.
Todavía existen padres rancios, caducos, que tratan de imponer disciplina castrense en el hogar. Compartir momentos en familia es, para ellos, irrenunciable. El almuerzo o la cena con su sobremesa, un rato de distensión siquiera frente a la televisión… es considerado fundamental. No permiten que el niño se separe de ellos en casa levantando una muralla en torno al ordenador.
- Considérese afortunado si su hijo renuncia con frecuencia a salir o a realizar otras actividades. Encerrado en casa nada le puede pasar y está protegido de malas compañías, botellones, cigarrillos de irregular textura… No le anime a buscar alternativas de ocio porque con el ordenador tiene más que de sobra.
Los que van de “progres” prefieren que sus hijos anden por ahí fuera, a la intemperie, viendo mundo, exponiéndose a situaciones que deben aprender a analizar y resolver. Consideran además que la pantalla no protege de los males universales y que puede comportar también ciertos riesgos.
- Nunca dude de su hijo. Hay niños que se meten o se ven envueltos en problemas, que se comportan habitual o circunstancialmente de manera inapropiada, pero usted sabe que su niño no es de esos. Puede ser cualquier otro menos su niñito, siempre son los otros.
Algunos despistados padres, faltos de confianza, piensan que pueden no conocer del todo a sus hijos. Seguramente es porque ellos de pequeños ocultaban cosas a sus padres, quienes no sabían todo lo que hacían. Otros, más perspicaces aún, creen que su hijo puede comportarse de manera diferente en la Red, bien por las características del entorno, bien por las influencias de terceros. Estos padres tienden a pensar que, aunque remota, existe la posibilidad de que sea su hijo quien haya realizado o pueda hacer algo indebido. Por eso le previenen de las consecuencias de sus actos y están alerta por si hay síntomas que pueden evidenciar conflictos o situaciones problemáticas donde puede ser tanto víctima como verdugo.
- Déjele claro que, ante el primer problema que tenga relacionado con el uso de Internet, el castigo será apoteósico, empezando por “cortarle el grifo”. De esta forma se asegura de que no le vendrá con cuentos y andará con mucho ojo.
Otros padres “melindrosos” prefieren dar como primera premisa que acudir a pedirles ayuda es lo mejor que pueden hacer sus hijos, sin importar qué ocurrió o quién empezó el lío. Creen que así evitarán males mayores como que el acoso o el chantaje (frecuentes en casos de ciberbullying y grooming) alcancen cotas superiores y generen daños mayores. Piensan que el menor puede creerse responsable de problemas que en ocasiones ni siquiera ha provocado y desean evitar que calle su culpabilidad.
- Refuerce la idea de que todo es posible en la Red. Todo es gratis, todo el mundo lo hace, y además nadie sabrá quién ha sido. Empiece, por ejemplo, por pedirle que baje algún programa para “piratear” una cadena de televisión de pago y muéstrese satisfecho de su proeza alabando sus cualidades técnicas y transgresoras: “el mundo es para los listos”.
Se dan algunos casos de padres que intimidan y limitan la libertad de sus hijos en la Red. Llenan sus cabezas con discursos sobre la ley y la ética del respeto por los demás y sus cosas. Convierten a sus hijos en raros y acomplejados porque les hacen pensar que lo que hacen no goza de anonimato y que, en todo caso, se rige por las mismas leyes que gobiernan la “vida real” por lo que no acatarlas puede traerles problemas.
- No se ocupe de fomentar otros usos alternativos y conjuntos de la Red. No se le ocurra pedirle que le enseñe a hacer tal o cual cosa con el ordenador, eso no lo hace un padre porque es hacer el ridículo y perder autoridad. En ningún caso trate de establecer vínculo alguno entre su hijo, la Red y usted. Él y ella, ella y él, van por otro lado y usted sobra.
Expertos de todo el mundo tratan de analizar los excepcionales casos de padres que, con dudosa intención, tratan de facilitar experiencias nuevas y enriquecedoras a sus hijos pretendiendo incluso llegar a compartirlas. Contenidos de gran interés, actividades de participación en la sociedad a través de Internet, organización de las vacaciones… pueden ser algunos de sus obtusos objetivos. Lo más asombroso es que se ha dado algún caso en el padre trataba de que su hijo le enseñara a usar la mensajería instantánea ¡qué barbaridad. Son padres, en definitiva, que se resisten a pensar que deben estar al margen de algo tan importante para sus hijos como es “su mundo virtual”. No asumen que la distancia es grande y cada vez mayor y se aferran a que, por eso, cada paso que la acorten no es conveniente sino imprescindible.
- Si su hijo tiene problemas técnicos con el equipo corra a la tienda más cercana para que se lo reparen. Su hijo puede aprender de amigos cualquier otra cosa menos a reparar un ordenador. Además, sabiendo que ahí está usted ante cualquier emergencia, podrá pinchar alegremente en cualquier enlace sugerente. Sáquele siempre las castañas del fuego.
Hay gente despiadada que deja tirado al menor durante días sin ordenador, como pretendiendo hacerle ver que toda acción tiene su repercusión y hay que responsabilizarse de las consecuencias de los propios actos. Además, consiguen martirizarlo, privándole de su conexión con el mundo durante unos días, frustración que recordará toda su vida.
- Y recuerde que si todo esto le da mucha pereza, puede activar el plan B, menos seguro pero bastante efectivo y más cómodo: no haga nada al respecto.